domingo, 9 de octubre de 2016

Jordi Pujol reaparece: “los castellanos son arrogantes, envidiosos, decadentes, cerrados, resentidos, hostiles, intransigentes, intolerantes, ignorantes…”

Por Javier Martínez.

Y se queda tan pancho, el muy fresco Sancho Panza. Jordi Pujol (Jorge Polluelo en castellano), es un pollo de mucho cuidado aunque parezca un gusano por lo rastreras de sus opiniones.

El octogenario ex presidente catalán estaba escondido y calladito desde 2014, cuando asediados sus siete millonarios hijos por las investigaciones policiales confesó, para ver si colaba y desviaba la atención policial sobre el 3%, que evadía grandes sumas de dinero desde 1980 pero procedentes de una herencia sin declarar que naturalmente nadie cree. Y reaparece ahora, no para dar cuentas de la procedencia de los dineros, sino para hacer lo que mejor hizo a lo largo de toda su oronda vida: sembrar odio y escupir a los castellanos, una fórmula política de indudable éxito en aquellas tierras, porque en eso, y en nada más, consiste ser catalanista.

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La derecha castellana también pasteleó con el tipejo. Por eso se nos sube a las barbas, porque le salen gratis sus desprecios. Nadie los denuncia, nadie los rebate. Lo que en este artículo exponemos, ni ha sido noticia.


Cierto es que la ex honorable albóndiga convergente, para muchos el padre del catalanismo contemporáneo, nunca dudó en hacer pública su castellano-fobia en cada ocasión que se le presentaba y en hacer de ello su ideario político. No hay nada nuevo de lo que sorprenderse pues. Como todo catalanista (no confundir con catalán) que se precie, tiene a lo castellano siempre en el centro de su diana y se considera autorizado a vilipendiarlo.

¿En qué consiste su última flatulencia intelectual[1]? En esto (tápense antes la nariz), de aroma entre podrido y nauseabundo:

“Puede ser útil reflexionar sobre las actitudes positivas y negativas propias de algunos territorios […] Empecemos por Cataluña […] nuestro nivel económico y social relativamente alto [es]  consecuencia, al menos desde hace varios siglos, de una mentalidad productiva […] que nos hace ser envidiados y antipáticos. Añádase a esto el hecho determinante de la lengua. […] [En cuanto a Castilla]. La arrogancia castellana viene de Asturias y de la Reconquista. Y de la mentalidad que fue configurando. Religiosa y no religiosa (España es Asturias y el resto territorio conquistado a los moros). Y de hechos históricos que hicieron de Castilla (y de la España configurada por Castilla) un Estado en todos los sentidos muy importante y con un cierto mesianismo. Desde América hasta la Contrarreforma, pasando por el papel hegemónico en Europa durante exactamente un siglo. [Arrogancia] Que la posterior decadencia no amortiguó. La hizo más cerrada y resentida, pero no menos arrogante. Ni menos intransigente y hostil a la diferencia. Más intolerante. Castilla tiene motivos para el orgullo. Su contribución a la cultura y a la historia universal ha sido muy importante. Han tenido grandeza. No tiene sentido ignorarlo, o ridiculizarlo por las deformaciones o caricaturas que ella misma a veces ha hecho. Es erróneo, contraproducente, injusto y poco inteligente no valorar la aportación que Castilla ha hecho al Mundo. Pero eso no le da derecho a la arrogancia ni al rechazo. Castilla desprecia cuanto ignora”
Hablando de rechazo, de intolerancia, de resentimiento...
Como se ve, empieza por un ‘nosotros, los catalanes, somos cojonudos y la pera limonera’, mientras que ellos, los castellanos, son antagónicas piltrafas acaparadoras de todos los vicios y defectos posibles. Obsérvese cómo introduce unos pretendidos elogios históricos pero como causa y explicación posterior de nuestra miserable forma de ser. Hay que ser ruin. 

No terminan aquí los desechos vomitados por éste personajillo de ínfima consistencia moral. Ahora le toca recibir a Andalucía, por su condición de castellana, claro. Así, prosigue asegurando que “hay un hecho incontrovertible que es el gran progreso que ha habido en Andalucía durante los últimos 40-50 años” si bien, rápidamente nos matiza que el mérito no es de ellos, sino debido al “mucho apoyo de la Administración española y las muy beneficiosas ayudas europeas […] Sólo hay que comparar el cambio que ha hecho Andalucía con el estancamiento que sigue habiendo en el sur de Italia”, como si en el sur de Italia no se hubiese hecho el mismo esfuerzo inversor por parte de las autoridades italianas y europeas y como si no fuese precisamente eso la prueba de que los andaluces algo habrán hecho bien. El caso es rebajarles el mérito, le resulta intolerable reconocer algo bueno a cualquier castellano. Y es que aunque en este artículo distingue entre castellanos de la meseta y castellanos del sur (habitualmente los catalanes no lo hacen), aquí si lo hace es para dejar claro que si los castellanos estamos un escalón por debajo de los catalanes, los andaluces son castellanos de segunda, el tercer escalón[2]. El poco honorable Jorge Polluelo, teme, además, al influyente poder político andaluz y a que copie del catalán su cansino victimismo. Eso es lo que subyace en su cita: “Una visión prometedora [la andaluza] pero con peligro de que se enquiste. De que el esfuerzo de superación no sea lo suficientemente sostenido. Y que reavive la tentación de buscar un enemigo exterior. Esto provocaría un perjuicio general. Por el progreso general y para la convivencia. Y por la misma Andalucía”. Tiene bemoles que un tipo que ha hecho de Castilla su enemigo exterior, apenas unas líneas más arriba, y que ha dedicado su vida política a sembrar enfrentamiento, odio y desprecio hacia los malos malísimos mesetarios y hacia los castellanohablantes nos venga ahora con esas. Hay que ser cínico, desvergonzado. 

No acaba aquí su periplo por ‘los valores y actitudes positivas y negativas de los territorios’ hispánicos. Le toca el turno a los vascos, a los que va a elogiar dando una coz, como no, a los castellanos. Dice la albóndiga catalanista:

“Existe el País Vasco. Un pueblo que ha conservado una personalidad muy fuerte. Que ha dado a su conciencia colectiva un sentimiento de orgullo. No al estilo castellano. Pero sí con un punto de distancia.”

Semejante coz demuestra, a mi juicio, que la albóndiguita no conoce límites, tiene capacidades de burro, de animal cuadrúpedo. Estamos ante un tipejo capaz de destinar su propia hez incluso al abuelo Florenci Pujol, el muerto al que groseramente echó la culpa de la fortuna de origen incierto para salvar a sus siete hijos y a sí mismo de la acusación de latrocinio sistémico al erario durante 24 largos años. Hay que tener pocos escrúpulos para culpar a tu propio padre muerto… para salvarte tú. Así que no nos extrañe que diga lo que dice de quienes no somos de su sangre.

A los vascos, eso sí, les recrimina que “respecto a Cataluña la actitud de Euskadi es reticente. No es arrogante ni envidiosa [como la de los castellanos], a los vascos no les interesa [se refiere al tema fiscal catalán] porque ellos [ya] tienen una situación de privilegio ganada a través de la historia que se debe respetar”

Esa vergonzosa y humillante (para los demás) situación de privilegio es precisamente lo que reconoce el albondiguita anhelan los catalanistas: ser más, recibir mejor trato que los restospañoles. El desinterés de los vascos hacia lo catalán lo  justifica en que éstos temen que pudiera cambiar “la ya muy antigua estructura del poder español. Y del papel particular que tiene Euskadi”. O sea, que según Jorge Polluelo los vascos están en realidad contentos con su actual estatus político y fiscal (por eso no se embarcan en el independentismo asegura) y temen perderlo si Cataluña reclama lo mismo. 

Puede que no le falte razón en ello pero no deja de ser chocante que lo que desean para sí mismos los vascos no lo desean para los demás (catalanes incluidos) y eso no es óbice para que “todo esto no debe provocar sentimientos negativos en Cataluña [hacia los vascos]”… como si recomienda hacia los castellanos que a fin de cuentas defienden lo mismo para todos. ”Simplemente nos debe hacer entender que su situación es diferente. Y que por lo tanto, como es lógico, miran en otra dirección”, les justifica. Distinta vara de juzgar pese a que la postura según él ‘castellana’ parece más justa incluso para ellos.

No acaban aquí las fobias anti-castellanas de la oronda albóndiga del 3%. Tras insinuar que el resto de regiones no pintan nada, asegura que en España hay un eje Bilbao-Madrid-Sevilla, al que denomina, suponemos que con consideración, ‘pacto del Betis’, que compite con el eje mediterráneo y que “es el eje que desde Castilla, o desde Madrid, se ha calificado a veces con un deje de desconsideración de ‘levantino’ y que a menudo se ha tratado de frenar. Un ejemplo reciente y clamoroso de ello ha sido la política ferroviaria del Estado y el esfuerzo constante de crear tensión entre Cataluña y País (sic) Valenciano”. Como se ve, la mano negra de los malvados castellanos es muy alargada, no así la de su familia, que alcanza hasta Andorra y un sinfín de paraísos fiscales.

Vamos a ver. Desde Castilla siempre se defendió un eje Algeciras-Madrid-Zaragoza-Travesía Central del Pirineo (TCP)-Toulouse, eje central que tendría un ramal entre Alcázar de San Juan (Ciudad Real) y Lisboa (puerto de Sines más concretamente). Ni Bilbao ni Barcelona nos interesa por razones tales como la falta de lealtad, la hostilidad permanente manifiesta y la inestabilidad política ante una más que probable balcanización de ambas zonas, si bien es cierto que los políticos castellanos, en general, no se enteran demasiado de la película.

También nos interesa (Castilla da para mucho) otro eje ferroviario de mercancías entre Aveiro (Oporto)-Salamanca-Valladolid-Burgos-Irún o eje atlántico. Y punto. Y a Valencia, en mi opinión, le interesa bastante más un eje Valencia-Zaragoza que el corredor mediterráneo y ello porque una vez construida la TCP el camino a París o Milán, desde Valencia, es más corto por Zaragoza y Toulouse que por Barcelona. Así que no se haga pajas mentales. Fue en la cumbre hispano-lusa de Figueira da Foz de una década anterior cuando Aznar pactó con Portugal y la UE esa ruta (Eje central o eje 16) en una época donde ni se contemplaba ni se hablaba ni se reclamaba el corredor mediterráneo como Durán Lleida reconoció más tarde, y solo la debilidad política y mental de un tal Zapatero hizo que se dinamitase, por presiones de CiU y ERC, ese proyecto, como también dinamitó el trasvase Ebro-Segura y Ebro-Barcelona (auténticos corredores mediterráneos hidráulicos), ¡qué casualidad!, dejando intacto el Tajo-Segura. Aquí sí.

Para terminar, no pierde ocasión de hacer algo más de rancio victimismo con todo un clásico del pensamiento pigmeo: “España está nuevamente orientada hacia la gradual pero fuerte residualización de Cataluña”. Seamos serios, aquí, los únicos residuos manifiestos son los excrementos verbales con los que Vd. nos deleita cuando el nivel de bilis y pus alcanzados le hacen babear. He dicho.




[1] “Sobre idiosincrasias y valores en España. Difíciles de encajar”, Jordi Pujol Soley, 06/04/2015, en www.associacioserviol.cat
[2] Esto me recuerda a aquella otra aseveración pujoliana según la cual “el hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido […], es, por lo general, un hombre poco hecho, un hombre que hace cientos de años que pasa hambre y que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual. Es un hombre desarraigado […] constituye la muestra de menor valor social y espiritual de España […] si por la fuerza del número llegase a dominar, destruiría Cataluña” (1976).

domingo, 2 de octubre de 2016

¿Qué problema tiene la izquierda española con Castilla?, ¿y la derecha?

Por Javier Martínez.
     
     Me viene a la mente una, a mi juicio, clarividente cita de Muñoz Molina[1] sobre la deriva ideológica de la izquierda española según la cual en las regiones periféricas “primero se hizo compatible ser nacionalista y ser de izquierda. Después se hizo obligatorio. A continuación, declararse no nacionalista se convirtió en la prueba de que uno era de derechas. Y en el gradual abaratamiento y envilecimiento de las palabras bastó sugerir educadamente alguna objeción al nacionalismo ya hegemónico para que a uno lo llamaran facha o fascista” y que no por cierta y clara sigue escondiendo algo que muchos denunciamos: la izquierda española, no solo se ha tragado el nacionalismo excluyente como ideología sino que asume como propio el ideario anticastellano y castellanófobo que esos periferismos incuban y difunden sin siquiera disimulo y que es la madre del cordero, la bicha que nadie quiere nombrar.

Blas Infante Errejon
El madrileño Íñigo Errejón Galván nos ha salido separatista andaluz y se apunta a idolatrar a quién más ha hecho por envenenar, desenraizar, falsear la historia del sur castellano y triturar la historia de Castilla la Novísima. El tonto a las tres de la tropa piji-roji es así de simple. Al párvulo podemita, cualquier conato de anticastellanismo le hace babear, lo ingiere rápidamente. La "nueva" política, como la vieja, nace del estiércol más putrefacto. Nada nuevo. No sabemos qué es lo que más admira Errejón de Blas Farsante pero apuntamos algunas pistas: Blas Infante negó que Andalucía sea hija y parte de Castilla y que los andaluces sean repobladores castellanos. Blas Infante creó un nacionalismo fuertemente negador de Castilla, anti-católico y chusquero que se sacó de la chistera entre otras muchas cosas una neobandera inspirada en el verde del islam, religión que adoptó tras renegar del catolicismo, y un himno que es todo un plagio. También propuso acabar con las grafías latinas y escribir con el alfabeto arábigo, no dudó en visitar al golpista Companys en la cárcel... toda una joya. Ah, bueno, es cierto, se me olvidaba, fue asesinado por unos falangistas durante la Guerra Civil. Eso es suficiente y le convierte en un ser admirado por la izquierda, aunque en vida no pasase de friki mamarracho.

     Dado que todos los nacionalismos periféricos se basan en la castellanofobia, pues todos ellos construyen su corpus ideológico a partir del odio, la persecución y el rencor a la lengua, cultura, inmigración e historia de Castilla (Castilla opresora, Castilla fascista, Castilla imperialista, Castilla invasora, Castilla genocida y centralista, Castilla explotadora y expoliadora, etc. son solo algunos de los muchos mantras que destilan a diario) y dado que chapotean en el abierto racialismo y supremacismo étnico, para ser precisos, la cita debería haber sido escrita como sigue: “primero se hizo compatible ser nacionalista castellanófobo y ser de izquierdas. Después se hizo obligatorio. A continuación, declararse no nacionalista se convirtió en la prueba de que uno era castellano y de derechas. Y en el gradual abaratamiento y envilecimiento de las palabras bastó sugerir educadamente alguna objeción al nacionalismo castellanófobo ya hegemónico en toda la periferia para que a uno lo llamaran facha o fascista castellano” lo que sin duda encaja mejor con la realidad política periférica. Hasta canarios y andaluces están tratando de implantar un nacionalismo local apoyándose en escupir sobre el reino del que forman parte: Castilla. Y no hablamos solo de la izquierda clásica, de IU o PSOE solamente, también Podemos se apunta al continuo vilipendio.

Y se queda tan pancho. No es solo que enfrente a Castilla con Cataluña, es que lo hizo después de la polémica generada a raíz de que la pública TV3 identificara al ciclista Purito con la señera en vez de con la rojigualda tras una prueba olímpica. ¿Qué tenemos nosotros que ver en eso? Pero lo más zafio es que para cargarse de razones colgó en un tuit de la popular red social fragmentos de "Victus", el panfleto de marcado signo castellanófobo del catalanista (perdón por la redundancia) Albert Sánchez Piñol, al que parece admirar y donde se sueltan lindezas como "La atrofia cerebral de Carlos II era un reflejo de Castilla y su Imperio coagulado", "los paisajes castellanos habían engendrado unos señoríos tiránicos", "la hidalguía española... la hidalguía española... ¡me tiro un pedo en su hidalguía! ¿Qué teníamos nosotros que ver con esa gentuza? Para un castellano de pro trabajar era una deshonra; para un catalán, la deshonra era no trabajar",  "[Las manos castellanas] solo pueden empuñar armas; lo contrario sería ensuciárselas, no comprende, y menos tolera, otras formas de vivir la experiencia humana: lo industrioso le repele. Si quiere prosperar, su misma concepción elevada de la dignidad, paradójicamente, lo empuja al saqueo de continentes indefensos o al miserable oficio de cortesano", "¿Qué es Castilla? Cojan un páramo, pónganle una tiranía, y ya tienen a Castilla". Pablo Iglesias es uno de esos bobos esféricos que tanto abundan y reptan indignos por nuestra tierra, político piji-roji que jamás se definirá nacionalista aquí, en su tierra, ideología que aborrecerá y despreciará sin límites (lo cual es muy respetable), pero que no duda en abrazar, complacer y admirar en tierras periféricas ajenas (lo que resulta muy miserable) siempre y cuando reúnan una condición: que sea excluyente e intolerante con los castellanos, con sus a priori compatriotas. ¿Se puede ser más gilipo? Es difícil, habría que entrenar muchísimo.

     Pablo Iglesias no duda en asociar Castilla con una TV a la que cuelga el sambenito de casposa, reaccionaria, conservadora, caciquil y fascista cual es la católica 13TV simplemente porque no es de su cuerda, e Iñigo Errejón, también madrileño, se nos ha vuelto adalid del independentismo andaluz cuyo andalucismo agusanado y mal entendido difunde la patraña de la conquista y posterior colonialismo castellano sobre los andaluces, como si éstos y aquellos no fuésemos lo mismo.

"El anticastellanismo es hoy la ideología más transversal y silenciosa que existe en el panorama político español. Lo han interiorizado todos. Unos lo acatan por acción, otros por omisión."

     ¿Cuántas veces hemos oído o leído al catalanismo más grasiento y mugriento identificar al PP y a Lucifer con Castilla? Pues esa es la moto que Pablo Iglesias y su cuadra de indocumentados compra y revende sin problema alguno. ¿De quién, Errejón, han de liberarse los andaluces?, ¿de quién, Pablito, han de defender los catalanes su lengua? ¿Atacando la nuestra, y a nosotros, es como “se defiende” la suya? Pero cabe hacerse más preguntas. ¿Por qué la izquierda toda, aunque en distintos grados, acepta denominaciones antihistóricas y expansionistas como Países Catalanes o Euscal Herria y ni se plantea o rechaza la reunificación de Castilla en una única CC.AA. tal y como reconoce y es compatible con la Constitución? ¿Por qué la derecha del PP defiende con orgullo su galleguismo, navarrismo y valencianismo, al tiempo que su españolidad, y es incapaz de afirmarse mínimamente castellanista y española? ¿A quiénes (y por qué) quieren ambos complacer? ¿A qué vienen tantos complejos, es que sienten la necesidad de pedirles perdón por ser y nacer castellanos? El anticastellanismo es hoy, sin lugar a dudas, la ideología más transversal y silenciosa que existe en el panorama político español. Lo han interiorizado todos. Unos lo acatan por acción, otros por omisión. Y así nos luce el pelo a los castellanos: troceada y diseminada Castilla por hasta 11 CC.AA., somos ninguneados y presa fácil de todos. ¿Hasta cuándo?




[1] En “Todo lo que era sólido” (2013, página, 78)