viernes, 31 de mayo de 2013

Castilla-La Mancha: 30 años celebrando el fracaso

Por Javier Martínez.
Se cumplen 30 años de autonomía de Castilla-La Mancha. Momento de hacer balance. Este año toca ‘celebrar’ el 31 de mayo en Cuenca. No hay nada que celebrar, salvo el fracaso de la misma, pero se celebra. Para el pueblo que aún trabaja, políticamente ese día no significa nada, salvo un día más de vacaciones. Estampida general al pueblo y punto. Para el que no puede trabajar (camino del 30%), es un día más de agonía. Para la casta política, heredera de los caciques de toda la vida, es momento de colgarse medallas, darse premios, de solemnes discursos vacíos, de lucir palmito, de bla, bla, bla. Les propongo unas breves reflexiones.
El progreso según Castilla-La Mancha. TV digital por satélite domiciliario y pueblos abastecidos con camiones cisternas en el año trece del siglo XXI es perfectamente compatible. (Foto tomada en El Arrabal de Moya, localidad con un solo habitante en las faldas de la medieval Moya, Cuenca, hoy abandonada, orgullosa villa comunera en los confines de los reinos de Castilla, Aragón y Valencia.
¿Qué ha significado económicamente la creación de CLM? ¿Saben qué lugar ocupaba Castilla-La Mancha en el escalafón económico de las regiones de España hace 30 años y cual ocupa ahora? Hace 30 años nos situábamos en el sexto lugar por la cola, detrás de Extremadura, Andalucía, Canarias, Murcia y Galicia. Ahora ocupamos el tercer lugar, también por la cola, detrás de Extremadura y Andalucía. No es que no hayamos avanzado algo, faltaría más, es que avanzamos más despacio que el resto, perdemos posiciones relativas. Hemos pasado de ser una región agraria a ser una región no industrial. Porque aquí, si la industria pesa ahora porcentualmente más en el PIB no es porque suba, sino porque la agricultura baja. Me pregunto, ¿qué celebra la casta? Se nos dijo entonces que la autonomía serviría para acercar la administración al pueblo, para aumentar el bienestar del mismo, para dotar a las regiones de pulso político que las transforme económicamente. La milonga de ‘para acercar la administración al ciudadano’ se ha traducido en un simple cambio nominativo y en aumento de altos cargos.
"Hace 30 años CLM se situaba en el sexto lugar por la cola, detrás de Extremadura, Andalucía, Canarias, Murcia y Galicia. Ahora ocupamos el tercer lugar, también por la cola"
En los edificios capitalinos provinciales donde antes ponía Ministerio de tal, ahora pone Consejería de cual. La descentralización administrativa estaba hecha, faltaba la política. Así es como surgió una nueva élite política que pronto se transformaría en casta y en parásita.  A cambio, se crearon fronteras autonómicas administrativas en la meseta donde nunca las hubo, ya saben, para ‘acercarse al ciudadano’. Juas, juas. No se les ocurra ponerse enfermos de algo más que una gripe, porque la ‘solución’ que esta autonomía les ofrece se llama turismo sanitario por la neo-región resultante de trocear la antaño llamada Castilla la Nueva. Guadalajara y Cuenca, los patitos feos de esta invertebrada sub-meseta lo sabemos bien. Da igual que esté más cerca Madrid, o que Alcalá de Henares se encuentre a tiro de piedra de Guadalajara, te operan en las lejanas Albacete o Ciudad Real y listo. Si a Castilla La Nueva le restamos Madrid, lo que queda es un pollo sin cabeza rebautizado como Castilla-La Mancha. Y Madrid no es otra cosa que el pueblo más grande de Segovia. Tres décadas después, la vida de ambas sub-mesetas sigue pivotando sobre Madrid, la cabeza del pollo, pero con la dificultad añadida de unas fronteras administrativas infumables como única creación destacable de la casta política que nos parasita. Digo casta porque es endogámica, cerrada y la pertenencia a ella es un derecho adquirido por años de sumisión al jefe de la manada; y parásita porque viven a costa de otro de la misma especie, depauperándolo y alimentándose de él sin llegar a matarlo pero casi.
"Si a Castilla La Nueva le restamos Madrid, lo que queda es un pollo sin cabeza rebautizado como Castilla-La Mancha. Y Madrid no es otra cosa que el pueblo más grande de Segovia".
En estos 30 años hemos visto de todo. Más malo que bueno, para qué engañarnos. Un mega incendio en Guadalajara que se saldó con 11 muertos destapó que los bomberos de Soria y Madrid no podían ayudar en tiempo y forma con la rapidez que hubiese sido deseable. Ya saben, había una frontera administrativa que respetar. En una Castilla unida (toda la meseta es una unidad geográfica e histórica incuestionable no así política ni administrativa, lamentablemente), esas cosas no sucederían, pero claro, eso implica menos sillones, menos casta, menos fronteras y más ahorro y coherencia territorial. Menos fronteras, pese a lo cual todavía hay quien cree que el castellanismo es un nacionalismo más. Y no es cierto. 
Cuestionamos el modelo autonómico que troceó a Castilla en cinco regioncillas y nos hizo así irrelevantes e inviables por separado, no a España. Que quede bien claro. Los castellanistas somos unionistas castellanos, no rupturistas. No hay futuro sin unión, ni en Castilla ni en España. Lo que más hemos visto en estos años ha sido trasvases de agua, que es como decir trasvases de riqueza y población. Esos nunca faltan a su cita. El 47% de los conquenses viven fuera de la provincia, ya han sido trasvasados. Naturalmente gratis. Porque ofrecer gratis los recursos castellanos a la periferia es nuestro papel en España. Treinta años después, emigrar sigue siendo la única opción. Normal en una tierra donde el agua va y la basura viene.
El ATC es eso, basura atómica. Nos han vendido la moto de que un ATC es una instalación industrial cuando por definición un almacén carece de actividad manufacturera. Se nos prometió que con la autonomía llegarían los regadíos y la nueva agro-industria a La Manchuela conquense y albacetense, a razón de 50.000 hectáreas, para diversificar la agricultura, aumentar rentas del campo, crear miles de empleos, y para modernizarla "porque hay agua para todos". Para todos los periféricos, claro. Otro fracaso rotundo que demuestra que el pulso político de esta región-guión-comarca es cero patatero. In extremis nos libramos de un campo de tiro del ejército en Cabañeros, el Serengueti castellano, hoy Parque Nacional. Aún resuenan en mis oídos los ecos de un ministro catalán, Narcís Serra,  que nos soltó aquello de "un campo de tiro es compatible con la Naturaleza". Sobre todo si es la castellana, ¿verdad? Cuando echaba a andar esta autonosuya, treinta años ha, El Quijote era la obra cumbre de la literatura castellana. Hoy es cualquier cosa, un polideportivo municipal, un polígono industrial o la mancomunidad que recoge las basuras.

Hasta el nombre de esta autonomía es hortera y antihistórico. ¿Porqué no Castilla-La Alcarria o Castilla-Los Montes de Toledo? La Mancha, provoca sonrojo tener que recordarlo, es una comarca castellana más, no una región. Treinta años después, los políticos de esta tierra gestionan, tramitan, pero no transforman. Ese es el drama. Los reyes y los siglos pasan, los problemas se quedan. ¿Y qué gestionan? Todas las Consejerías se dedican a tramitar subvenciones, al fomento de la economía de la subvención. Los políticos gestionan sus propias carreras profesionales, nada más. Su única aspiración es saltar a otro puesto en Madrid y sumar años hasta la jubilación.
"Cuestionamos el modelo autonómico que troceó a Castilla y nos hizo así irrelevantes e inviables, no a España. Que quede bien claro"
Fuera de la política no hay nada, y dentro de ella no hay vida inteligente, solo trepas. Los partidos políticos son meras agencias de colocación. Se cuentan por docenas los padres que ‘apuntan’ al partido a sus retoños con 14 años, incluso antes. Tienen claro que la política ha dejado de ser una representación para ser una profesión, la única bien remunerada en esta tierra. CLM no pintaba nada hace 30 años y así seguimos, para que andar con rodeos. Las infraestructuras siguen siendo radiales (ahí está inconclusa ad eternum la A-40), lo que nos condena a ser simple lugar de paso, desbaratando así cualquier posibilidad de desarrollo endógeno. Hace treinta años pensábamos que con la autonomía se construiría el ferrocarril convencional Cuenca-Albacete, proyectado en 1948. No solo no existe aún sino que la línea convencional Madrid-Valencia por Cuenca está prácticamente desmantelada y la Aranjuez-Toledo ya ni existe. 

Es cierto que ahora tenemos una flamante Universidad, pero no es menos cierto que ésta ya no es el ascensor social que debía ser (el tapón social alcanza límites más que medievales). Ahora es un cementerio de ilusiones cuando no una fábrica de parados. Y no culpemos a la crisis, que la mayoría de facultades no han colocado a un titulado en su vida. Sus profesores tienen carnet de partido en un porcentaje escandaloso y se dedican a "investigar", en un 60% de los casos, cosas ya conocidas, o a hacer informes que apilar en una estantería; y sus alumnos no tienen más meta que acabar de repartidores de pizzas y gracias. Esta tierra sigue siendo el coto de caza con cortijo que siempre fue y la anunciada reforma de la ley electoral y de las Cortes tienen por misión garantizar precisamente eso, más bipartidismo (y menos pluralidad política), justo ahora que se derrumba. Hay que mantener el cortijo a toda costa. ¿Demoqué?, ¿dónde quedó, señora Cospedal, el liberalismo que se le suponía? Empiece por liberalizar la política. Entre pintoresco y patético fue el llamamiento del Defensor del Pueblo pidiéndole a éste públicamente en su web, que le defendiera del anunciado cierre "porque solo cuesta seiscientos mil euros al año" mantenerle en el chiringuito. Hace treinta primaveras las pensiones en CLM eran de las más bajas de España. Hoy seguimos igual, pero con el agravante de que ahora muchos hijos y nietos viven del abuelo. Y como aquí nadie transforma, dentro de otros treinta inviernos, más de lo mismo. Dentro de otros treinta, nadie recordará que 60 años atrás, cuando las autonomías eran embrionarias, teníamos 5 o 6 cajas de ahorros en cada sub-meseta, algunas tricentenarias, y que gracias al mangoneo legislativo de partidos y sindicatos que la autonomía chikilicuatre favoreció, acabaron en quiebra y todos se fueron de rositas. Una mano (la del PSOE), lava a la otra (la del PP), y las dos se lavan la cara.
Hace treinta años no supimos aprovechar la nueva etapa que con el Estado de las Autonomías se abría. Basta mirar el mapa español para darse cuenta que el castellano es el único pueblo hispánico que no vive agrupado en una sola administración autonómica. Castilla a secas, y por tanto los castellanos sin aditivos, no existimos... y eso que nadie ha hecho tanta historia como nosotros. A alguien le interesamos divididos, callados y vencidos. Con doce millones de castellanos aproximadamente, Castilla unida pudo ser la autonomía española más potente económica y políticamente, lo que sí se traduciría en capacidad transformadora, en futuro. Se acabaría eso de ir reptando cual ciudadanos restospañoles de segunda. Pero no fue. La cuestión hoy es, ¿porqué no serlo ahora?, ¿lo seremos algún día? No mientras prevalezca la casta del 31 de mayo en lugar del espíritu comunero del 23 de abril. Como dijera el escritor alcarreño Juan Pablo Mañueco, “Castilla, si quiere ser, tendrá que asumirse en lo que es. No hay otro camino” (Mañueco, J.P., en “Castilla, manifiesto para su supervivencia”, Editorial Riodelaire, 1984)

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